Desde que la Tierra se formó hace unos 4500 millones de años, el clima no hizo otra cosa que cambiar. Si bien la climatología es una ciencia que todavía está en pañales, y es infinitamente más lo que los científicos ignoran que lo que saben a ciencia cierta, lo poco que se conoce permite hacer algunas conjeturas sobre lo que se puede esperar para el futuro.
Lo que sabemos es producto de observaciones hechas por muchas disciplinas que ayudan con sus investigaciones a la climatología. Dos de esas disciplinas aportaron la mayor parte de la información que disponemos: la geología y la astronomía. Son los geólogos los que pacientemente fueron estableciendo la edad de los diferentes estratos que forman la corteza terrestre, y dividieron a la historia en eones, épocas, eras, períodos y edades. Todos hemos escuchado palabras como era “paleozoica” y sus 5 períodos como el famoso carbonífero, cuando se formaron las grandes selvas, o el mesozoico, con su período Jurásico donde abundaban los dinosaurios.
Lo que sabemos es producto de observaciones hechas por muchas disciplinas que ayudan con sus investigaciones a la climatología. Dos de esas disciplinas aportaron la mayor parte de la información que disponemos: la geología y la astronomía. Son los geólogos los que pacientemente fueron estableciendo la edad de los diferentes estratos que forman la corteza terrestre, y dividieron a la historia en eones, épocas, eras, períodos y edades. Todos hemos escuchado palabras como era “paleozoica” y sus 5 períodos como el famoso carbonífero, cuando se formaron las grandes selvas, o el mesozoico, con su período Jurásico donde abundaban los dinosaurios.
Como se puede observar en al gráfico, durante la historia de la Tierra las concentraciones de CO2 atmosférico nunca reflejaron una influencia sobre las temperaturas que los proxys nos manifiestan. La temperatura andaba por un lado y el CO2 por el otro, por más que este gas tenga una pequeña capacidad de absorber e irradiar energía. Esa capacidad también la tienen muchos elementos de la tabla periódica, que forman parte de la superficie del planeta.
También se comprobó que desde hace 2 millones de años ocurrieron no menos de 60 avances y retrocesos de los hielos, con los correspondientes períodos cálidos intermedios llamados “interglaciales”. La primera glaciación ocurrió durante el Precámbrico, hace más de 570 millones de años. Los períodos de glaciaciones más recientes ocurrieron durante el Pleistoceno, distribuidos entre 2,6 millones y 11,700 años atrás.
También se comprobó que desde hace 2 millones de años ocurrieron no menos de 60 avances y retrocesos de los hielos, con los correspondientes períodos cálidos intermedios llamados “interglaciales”. La primera glaciación ocurrió durante el Precámbrico, hace más de 570 millones de años. Los períodos de glaciaciones más recientes ocurrieron durante el Pleistoceno, distribuidos entre 2,6 millones y 11,700 años atrás.
Hoy estamos viviendo en el último interglacial al que denominamos Holoceno. Eso quiere decir que una nueva edad glacial está esperando su turno para aparecer. En realidad, este interglacial cálido comenzó hace unos 11.700 años, aunque ha sido menos cálido que los anteriores. Es que la tendencia del clima a lo largo de la historia geológica muestra un avance hacia el enfriamiento completo, el día en que la Tierra se convierta en una verdadera “bola de nieve”, cubierta de un hielo que no se volverá a derretir.
Lo malo es que las glaciaciones duran cientos de miles o millones de años y los inter-glaciales son muy cortos en comparación: alrededor de 12 a 15 mil años.
Pero no son los cambios de interglaciales a glaciaciones lo que nos debe preocupar dado que nuestra escala de tiempo humano se cuenta en menos de centurias. ¿Se enfriará la tierra dentro de 500 años, o 100 años? Como dijo Luis XIV, el Rey Sol, “Después de mí el Diluvio,” a nadie le preocupa lo que sucederá dentro de 500 años. Quienes hacen la apelación al futuro de las generaciones venideras en realidad están más preocupados por sus apetencias personales de hoy, que conseguirán más fácilmente sacudiendo nuestras emociones. El famoso periodista norteamericano Mencken, allá por la década de 1920, nos advertía de algo que está sucediendo ahora: “La urgencia por salvar al mundo es la falsa fachada del ansia de gobernarlo.”
Lo que suceda a fines de este siglo apenas les preocupará a nuestro bisnietos. Y no está dentro de nuestras posibilidades el querer controlar una magnitud geológica descomunal como el clima. Creer que actualmente podemos modificar el clima de todo el planeta es una muestra de arrogancia que no es exclusiva de nuestra época. Hacia el siglo III ya le pedían los vasallos al Rey Canuto que detuviera las mareas.
Lo que debe preocupar a los políticos son los cambios climáticos de corto plazo que se suceden dentro de cortos períodos menores que 100 años. Por ejemplo, en el Siglo 20 hemos presenciado cuatro cambios de clima, siempre con la consiguiente alarma de los científicos y la prensa con histéricas advertencias de inminentes edades glaciales, y también inminentes catástrofes por un calentamiento que haría desaparecer los hielos del Ártico, derretiría los hielos de Groenlandia y la Antártida, y haría crecer al nivel del mar entre 20 y 60 metros.
La verdad es que ni los enfriamientos ni los calentamientos fueron catastróficos, y la humanidad, con muchos menos recursos tecnológicos que hoy, ha sobrevivido de manera impecable. El nivel del mar apenas si ha venido creciendo desde hace 100 años a menos de 2 milímetros anuales, algunas veces hasta 3, y otras veces como ahora, el ascenso parece haber comenzado a frenarse, y hasta invertirse.
El gran problema con los políticos es que tienen la mala costumbre de creer que los científicos pueden darles las respuestas que ellos necesitan sobre muchos asuntos que ignoran, y peor todavía, ¡los científicos creen que pueden dárselas! En algunos campos de la actividad humana es más o menos posible que los científicos puedan sugerir algunas respuestas puntuales y limitadas, pero cuando se trata de un sistema esencialmente caótico e imprevisible como el clima, las respuestas generalmente no merecen ninguna confianza.
Aumento de la biomasa de las plantas según aumento del CO2
Gracias al aumento del CO2 en la atmósfera, las variedades vegetales al aire libre han aumentado su producción de biomasa y, lógicamente, el rendimiento de las cosechas aumentó de manera proporcional. Las plantas del tipo C4, que incluyen las hortalizas, los granos, las frutas, han sufrido un aumento de su producción de biomasa que varía entre un 30 y un 45%. Si a esto se le añaden las nuevas tecnologías mecánicas, el control satelital de la siembra y cosecha, y las variedades de granos modificados genéticamente, el aumento del tonelaje de las cosechas es formidable y prácticamente ha aventado al fantasma de las hambrunas generalizadas.
Casi todo esto se reduciría en caso de un enfriamiento severo, similar al de la Pequeña Edad de Hielo ocurrida entre el 1400 y el 1850. Aumentaría la frecuencia de sequías y las estaciones excesivamente lluviosas serán menos frecuentes, porque la historia geológica de muchas regiones indica que a las épocas frías se corresponden épocas de fuertes fríos, como lo demostrara el geólogo argentino Miguel A. González, ex Investigador del CONICET y Miembro de la Academia de Ciencias de New York que realizó un estudio de 25 años en la región desértica de las Salinas del Bebedero, en la provincia de San Luis.
Los trabajos de González y sus colegas han sido reconocidos como de importancia mundial debido a sus hallazgos, uno de los cuales fue la comprobación, por primera vez, que los fósiles de foraminíferos se podían encontrar también en ambientes alejados de los mares. De acuerdo a su investigación paleoclimática, cuando el planeta se enfrió, el lago de las Salinas del Bebedero tuvo entrada de agua dulce desde el río Desaguadero; paralelamente el enfriamiento del planeta condujo a que gran parte de Sudamérica al este de los Andes, tuviese los climas más áridos de toda su historia geológica.
Fig. 1: El Sol y el movimiento del baricentro a su alrededor
Este punto de equilibrio puede estar algunas veces dentro del núcleo del sol, pero la mayor parte del tiempo se ubica fuera del mismo, hasta una distancia de unos 1,3 millones de kilómetros. Han determinado los astrónomos la manera en que el baricentro evoluciona alrededor del, sol describiendo curvas circulares semi concéntricas, que toman formas algo caóticas o irregulares, y otras veces adoptan la forma de tréboles bastante uniformes con dibujos armoniosos y hasta simétricos. Observando estos gráficos de curvas del sol alrededor del baricentro, y comparando con lo sucedido en tiempos históricos y geológicos, los astrónomos y astrofísicos llegaron a la conclusión de que existe una correlación tan estrecha entre ellos que hasta es posible calcular cómo cambiará el clima de acuerdo a la posición que tiene el baricentro en el sistema solar. Las formas de las curvas del baricentro tienen este aspecto:
Fig. 1: El movimiento del baricentro en dos diferentes períodos
La comparación entre la forma de las curvas que forma el baricentro y los hechos históricos relacionados con el clima, evidenció que durante los episodios en los cuales el baricentro transitó a lo largo de órbitas ordenadas (o en forma de 'trébol') alrededor del sol, su emisión energética fue máxima y el clima terrestre tendió hacia el calentamiento. Asimismo esas comparaciones pusieron en evidencia que durante los episodios durante los cuales el baricentro se movió de modo caótico alrededor del sol, la emisión energética del sol fue mínima y estos últimos episodios coincidieron con las mínimas temperaturas conocidas en el planeta para el último milenio como lo demostró la astrónoma Checa Ivanka Charvatova (1995).
Figura 2: A la izquierda, el movimiento irregular, caótico, registrado entre 1727 y 1905. Al centro el movimiento regular en “trébol” armónico y de gran simetría, y a la derecha el patrón entre caótico y regular registrado entre 1778 y 1905.
Figura 3: Patrones observados en diferentes épocas desde 1192 hasta 1955
El sol regresa a su forma ordenada de trébol después de 178.7 años y este tipo de movimiento dura unos 50 años. Las partes más desordenadas del movimiento del baricentro corresponden a los prolongados mínimos de la actividad solar, durante el último milenio, conocidos como los Mínimos Wolf, Spörer, Maunder y Dalton.
En definitiva, los astrofísicos, astrónomos, los geólogos, y muchos climatólogos se preguntaron: ¿Qué podría estar ocurriendo con el clima global? Cualquier intento en pos de comprender como se calienta una casa sin prestar atención al rol que juegan las estufas que existan en ella, puede convertirse en una tarea infructuosa, cuando no, en tarea de resultados equívocos.
Pese a ello numerosos científicos preocupados por el clima de la Tierra descartaron el efecto del sol sobre el mismo, pese a ser prácticamente la única 'estufa' de la superficie del planeta. Porque recordemos que el sol entrega más del 99 % de la energía utilizada en todos los procesos que ocurren en la porción exterior de la Tierra, incluyendo en ello a gran parte de la corteza terrestre sólida. La energía solar inclusive moviliza muchos procesos geológicos desarrollados hasta una profundidad importante dentro de la corteza terrestre, vinculados a procesos bio-geo-químicos superficiales y sub superficiales.
En primer lugar y en contra de lo hasta ahora supuesto respecto a que las variaciones en la emisión energética del sol no alcanzarían para modular el clima terrestre, Hansen y Lacis (1990) demostraron que a un 0,1% de variación en la emisión de radiación solar, el clima terrestre responde con una variación media del orden de 0.2º C. Por lo tanto y aquí viene lo interesante, una disminución de la emisión energética solar oscilante entre 0.2% y 0.5%, sería más que suficiente como para producir un enfriamiento planetario similar al ocurrido durante los siglos pasados: la ya mencionada Pequeña Edad de Hielo. Esto fue reafirmado por otros científicos como Foukal, 1990; Reid, 1991 y Landscheidt, 1995.
La complejidad de los mecanismos involucrados, escapa a las posibilidades de explicarlas aquí y ahora. De todas esas investigaciones es importante rescatar un elemento fundamental: el movimiento inercial del sol y de todo el sistema solar es tan preciso, que puede ser modelado matemáticamente a lo largo de miles de años, tanto hacia el pasado como hacia el futuro. Ello permitió comparar el movimiento solar del pasado con datos precisos provenientes de:
Actividad solar (los llamados números de Wolf, en relación directa con la emisión energética solar, y bien medidos desde 1700 hasta el presente).
Mediciones precisas de auroras polares y actividad magnética terrestre, ambas en relación directa con la actividad solar.
Datos precisos de actividad volcánica, en estrecha relación con la influencia gravitatoria de los planetas 'gigantes'.
Largas series de registros climáticos instrumentales obtenidas para el Hemisferio Norte.
'Proxy records', o registros climáticos indirectos tales como el estudio de anillos de crecimiento anual de árboles, las capas anuales de deposición de hielo en Groenlandia y Antártida, y todos los registros geológicos que se han venido estudiando, por ejemplo, en las Salinas del Bebedero.
Por ejemplo, del análisis y comparación de los números Wolf de los ciclos solares y los eventos climáticos de la historia, el astrónomo Finlandés Timo Niroma hizo el siguiente gráfico donde la curva inferior, de color verde, representa la actividad solar desde el año 1600 hasta el año 1820. Niroma descubrió que el patrón de variación de los ciclos solares vuelve a repetirse a partir de 1820 hasta nuestros días.
Se ve en la curva verde al gran Mínimo Solar Maunder, época en que no se vieron manchas en el Sol durante 70 años. No se ha vuelto a repetir algo tan profundo. Luego vemos que los ciclos solares 3 y 4, previos al Ciclo 5 (o Mínimo Dalton) ocurrido entre 1795 y 1820, condujeron a un notable enfriamiento de la Tierra que duró hasta más allá del 1830, casi 1850. Cuando Niroma superpuso ambas curvas notó la notable similitud y pensó que no era nada aventurado pensar que este patrón seguiría cumpliéndose.
Por ello Timo Niroma se atrevió a proyectar el patrón hacia el futuro y comprueba que desde poco después del 2000 se había comenzado a producir un enfriamiento del planeta que se profundizará hacia el 2030, coincidiendo con las predicciones de otros astrónomos, como el americano Rhodes Fairbridge, y el alemán Theodore Landscheidt, asegurando que en esa época se producirá un doble Mínimo Solar al que denominaban Gleissberg, pero que se quiere rebautizar ahora como Landscheidt en su honor.
Este pronosticado ciclo de 65 a 70 años de enfriamiento coincide con los ciclos observados por la Organización Mundial de Alimentos y Agricultura, en la pesca comercial, donde se observan ciclos de 65 años de crecimiento de la abundancia y reducción de la pesca –que también coincide con las oscilaciones oceánicas como la Oscilación Decadal del Pacífico, y la Oscilación Multidecadal del Atlántico. Nada es casual, todo tiene un encadenamiento de causas y efectos que han sido determinados con bastante precisión. También los astrónomos L.B. Klyashtorin y A.A. Lyubushin, del Instituto Federal Ruso de Pesquerías y Oceanografía, en su reciente estudio “Cambios Climáticos Cíclicos y Productividad de Peces”, identifican claramente un ciclo de 60 años (55-75 años) que atribuyen sin duda alguna a las variaciones de la actividad solar.
¿Son algo nuevo estos estudios? Para nada. Ya en 1914 el gran oceanógrafo y geólogo Sueco, Otto Petterson, publicó un estudio que abrió un extenso debate entre sus pares por su teoría de las “Variaciones Climáticas en tiempos históricos y prehistóricos,” (Svenska Hydrogr. Biol. Komm., Skriften, No. 5, 26 p.), donde habla de “la fuerza generadora de mareas” de la acción combinada del Sol y la Luna y su influencia sobre la abundancia de arenques y otras especies en el Ba´ltico y el Atlántico Norte. En un fascinante trabajo de revisión histórica, revisando una inmensa cantidad de documentos históricos, que comienzan con las Sagas Vikingas y terminan con las mediciones de salinidad y temperatura del agua del Báltico en 1913, expone una abrumadora correlación entre el clima de Escandinavia, el fracaso de cosechas y als hambrunas, el asentamiento de poblaciones en Islandia y Groelandia y su posterior abandono por el avance de los hielos, el congelamiento completo del Mar Báltico, etc, y las fases lunares y la actividad solar.
Todas estas investigaciones, laboriosamente documentadas y profundamente comprobadas, apuntan al principal culpable de los cambios climáticos que experimentó la Tierra en su historia y su socia: el Sol y la Luna.
Luego, estas correlaciones entre ciclos naturales de los océanos, los ciclos solares, la cantidad de manchas, y la variación de la actividad magnética del sol, se correlacionan muy sólidamente con lo mencionado antes: la posición del baricentro del sistema solar, que parece ser la llave que abre el cofre del misterio de las variaciones del sol y del clima de la Tierra.
La Actividad Volcánica
Viene ahora la correlación entre los períodos de variación del baricentro y la actividad volcánica. Cuando el sol realiza los tréboles ordenados se ha observado una baja actividad volcánica. Cuando el sol está en una trayectoria caótica alrededor del baricentro, la actividad volcánica es mayor –tal como ocurre en estos momentos con erupciones importantes de varios volcanes como el Chaitén en Chile, el Tungurahua de Ecuador, volcanes en Guatemala, el volcán de Islandia, cuyo nombre nadie puede pronunciar, el reciente volcán Merapi de Malasia, la creciente actividad de volcanes en Alaska, el Kilahuea de Hawaii, etc.
En la figura se puede ver que cuando el baricentro tuvo una forma de trébol armónico, la actividad volcánica entre 1900 y 1960 fue mínima. El índice del velo de polvo volcánico lo demuestra. El triángulo rojo es el punto medio de la duración del período de trébol armónico del baricentro.
Y finalmente L. Elleder compiló y ordenó en 2005 las 20 inundaciones catastróficas ocurridas en Praga en los últimos 1.000 años, y todas se correlacionan perfectamente con el ciclo de 179 años del movimiento del baricentro. Tantas correlaciones entre fenómenos observados y el movimiento del baricentro no pueden atribuirse a una mera casualidad. Las probabilidades en contra de que sean obra de la casualidad son astronómicas. Dice un viejo adagio: “Una vez, es el azar; dos veces es casualidad; la tercera vez es confirmación.”
Como anécdota ilustrativa, es interesante recordar que Napoleón invadió Rusia en plena culminación de la Pequeña Edad de Hielo. En 1812, cuando sus tropas debieron retirarse de Moscú, entre otras cosas a causa del frío, el sol estaba transitando por un episodio de órbitas caóticas (mínimo Dalton) y justo ese año pasó exactamente por el centro de masas del sistema planetario. Precisamente por eso en ese momento ocurrió el episodio de menor emisión de energía solar de toda la Pequeña Edad de Hielo y quizá ese y los dos o tres inviernos siguientes, hayan sido los inviernos más fríos de la segunda mitad del milenio.
Ello podría generar un apreciable enfriamiento en el clima del planeta, en contra de lo postulado por los defensores de la hipótesis según la cual el clima del planeta se está calentando gracias al 'efecto de invernadero' motivado por las actividades humanas. Como les dije antes, tal posible enfriamiento ya había sido pronosticado en 1990 por Rhodes Fairbridge, y en 1995 también por Theodore Landscheidt, en ambos casos basados en la variación futura de la actividad solar.
Los argumentos que presentan los sostenedores de la hipótesis de un enfriamiento causado por la anómala actividad del sol, que fue pronosticada hace décadas con una precisión notable, merecen que sea considerada seriamente por quienes tienen nuestro destino en sus manos. Si aplicasen el Principio de Precaución como lo vinieron haciendo hasta ahora –pero que se hizo para apoyar los anuncios del peligro de un calentamiento que no se ha producido- deberían aplicarlo con mucha mayor razón ante la posibilidad de que el peligro que presentan los científicos solares sea en verdad mucho mayor –y no se necesita, como dicen ellos, que ante un peligro semejante sea necesaria una comprobación perfecta de los argumentos presentados.
Repitiendo los argumentos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, “Hay que tomar acción ahora, ya! No hay tiempo que perder! Porque si la manera que se presentaron los tres últimos veranos y los tres últimos inviernos que han padecido en el hemisferio norte son un botón de muestra, el frío que se viene será mejor que nos sorprenda comulgados.”
Hoy nos enfrentamos a dos hipótesis de trabajo: La primera y más popular, por todos conocida, es que el planeta se calentará de manera catastrófica por culpa de las actividades humanas y la emisión de dióxido de carbono; un desenfrenado consumismo, y un uso excesivo de los combustibles fósiles.
La segunda hipótesis y más reciente, es que los cambios de clima tienen causas primariamente naturales, y que las actividades humanas alteran los climas a escala regional, principalmente a través de la agricultura, de la deforesta-ción de las grandes selvas y bosques, y de la construcción de grandes represas y embalses hidroeléctricos, que permiten producir energía para las industrias y ciudades del país, sino también la extensa irrigación que convierte tierras yermas en campos fértiles para la producción de alimentos.
No voy a discutir la validez o la falta de mérito en ninguna de las hipótesis, sino que voy a intentar describir qué pasaría con la hipótesis del enfriamiento del planeta si las tendencias siguen su curso. De la hipótesis del calen-tamiento ya hemos escuchado hablar demasiado, casi diría que es un tema que se ha constituido en una neurosis noógena extendida sobre todo en las naciones más adelantadas.
Las neurosis son aprovechadas por los grupos que son los verdaderos dueños del mundo para seguir manteniendo su poder sobre el resto de la humanidad. Y si no hay una buena razón para la existencia de una neurosis, entonces inventan una que se adecúa a sus planes. Recorde-mos que el periodista Mencken, dijo allá por la década del 20, “La misión de la política es mantener a la población alarmada, y por ello clamorosa para ser conducida a la seguridad, amenazándola mediante una interminable serie de espectros y fantasmas, todos ellos imaginarios.” Alguna semejanza con el presente no se debe a la casualidad.
Pues bien, ¿qué pasaría en América Latina en caso de un enfriamiento del planeta? Durante la conocida Pequeña Edad de Hielo que se inició hacia el año 1300 y se extendió hasta 1850, con breves intervalo de calor, el clima de Sudamérica era mucho más frío que ahora. He leído crónicas de los conquistadores que fundaron en 1591 a Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, hablando de una región fértil y de clima moderado en el verano, pero con inviernos tan rigurosos que los grandes árboles se partían al medio durante las heladas. Déjenme decirles esto otra vez: heladas en pleno trópico, ya que Santa Cruz está a latitud 12ºS, que congelaba la savia de los árboles y producía el estallido de sus troncos. Preguntarán ¿Por qué no se congelan así los árboles de Finlandia, Alaska, o de Rusia? Porque los árboles de esas regiones, entre ellos las coníferas, contienen savia o resina que impide que eso suceda, pero los árboles de los trópicos no han desarrollado esa defensa contra el clima.
Los principales problemas que causaría un enfriamiento en Latinoamérica se encuadran en dos aspectos principales: la producción de alimentos y la necesaria provisión de energía para hacer habitables a los edificios, sean escuelas, hospitales o simplemente los hogares. El tercer aspecto que hay que considerar es el de la salud de la población: El frío causa la muerte de mucha más gente que el calor. De hecho, durante y después del inverno muere 7 veces más gente que durante o después del verano. Hay demasiados estudios médicos y estadísticas de los ministerios de salud del mundo al respecto, que no permite una discusión al respecto. Por ejemplo, en San Pablo, Brasil, una se-mana donde la temperatura desciende un grado por debajo de 20ºC, se produce mayor mortalidad por complicacio-nes pulmonares que durante las olas de calor donde la temperatura sube un grado por encima de los 32ºC.
El Dióxido de Carbono Atmosférico y un futuro probable
En las últimas décadas se ha observado un aumento notable del dióxido de carbono, el CO2 culpado de calentar a la Tierra. Pero, lejos de ser un contaminante, el CO2 es nada menos que el alimento de las plantas. Más alimento a cualquier ser viviente, sea animal, ave, pez o planta, se traduce en un aumento de la producción de biomasa. Los humanos se vuelven obesos, el ganado engorda, produce más carne y vale más. Las plantas crecen más rápido y se desarrollan más. Eso lo observaron nuestros horticultores hace cientos de años y así nacieron los invernaderos, donde los niveles de CO2 rondan las 1000 a 1200 partes por millón, unas cuatro veces más que en el aire a nuestro alrededor.
Un clima frío produce mayor sequía que uno cálido, algo que no debería causar sorpresa a nadie, porque las preci-pitaciones se darán en forma de nieve y no agua de lluvia. Pero los efectos serían diferentes de acuerdo a las regiones que se estudien. Por ejemplo, en la costa oeste de Sudamérica el enfriamiento del Pacífico provocará una menor evaporación y una reducción de las precipitaciones en la Cordillera de los Andes, y los glaciares retendrían como hielo el agua que antes entregaban como aporte a los ríos. Gracias a la grandes nevadas y al frío volvería a crecer el glaciar Chacaltaya al oeste de la ciudad de La Paz.
En Argentina, por su lado, este fenómeno se expresaría de la siguiente manera: se reforzaría el sistema de vientos del oeste y sudoeste; el viento Pampero se hace más intenso, más frecuente y más persistente. Este viento seca a la pampa. Se dificulta la llegada a la pampa de las masas de aire cálido y húmedo que, desde el Amazonas y el Atlántico ecuatorial traen los vientos del norte y noreste. El clima desértico avanza desde el sudoeste sobre el clima de estepa y sobre la provincia de Buenos Aires, desplazando al subtropical húmedo hacia la Mesopotamia. Las nevadas en la cordillera sur son más abundantes y los ríos que nacen en ellas se harán más caudalosos durante los deshielos de primavera, formando lagunas y alimentando abundantemente a los sistemas Desaguadero, Curacó, y Colorado. Este panorama no es nuevo y ha sucedido en otras eras y períodos pasados como lo demostró el Dr. González.
La frontera de las áreas para siembra se correría hasta unos 300 o 400 kilómetros hacia el ecuador; el calor favo-rece a las plantas y el frío reduce y hace más lenta su producción de biomasa –de allí que la vegetación realmente espesa y abundante está en los trópicos y no en las regiones boreales; la estación de crecimiento se acortaría impidiendo en algunas regiones las dos y hasta tres cosechas de granos por año; la disminución de abastecimiento de alimentos, más el aumento del precio por un menor rendimiento por hectárea y una disminución en la relación combustible y energía invertida en la siembra y cosecha, provocarían una escasez que sería cada vez más seria debido al aumento de la población: más bocas para alimentar y una disminución de la oferta de bienes de consumo. No sólo se afectaría la agricultura sino que las actividades productivas sufrirían un efecto dominó: la primera ficha de la hilera será el precio de la energía que aumentará por el incremento de la demanda para consumo no producti-vo como calefacción.
La segunda ficha es que esto causará un aumento en los costos de producción y una retrac-ción en la demanda; la próxima ficha es la disminución de las ventas y el cierre de fuentes de producción –y de trabajo- y un creciente desempleo. Una vez abierta la Caja de Pandora se podrá ver una legión de demonios sa-liendo de ella.
La ficha que sigue es el crecimiento del descontento en la población y la agitación social, algo que somos muy proclives en Latinoamérica. Si los políticos no quieren verse envueltos en tremendos problemas deberían invertir los escasos recursos que disponen para sus países, deberían tomar las previsiones necesarias para enfrentar a un perí-odo de clima muy frío que tendría una duración de alrededor de 50 a 70 años. Asegurar la inversión en producción de energía barata para evitar la caída de las fichas del dominó que les llevarán al colapso de sus economías, a las revueltas populares, enfrentamientos armados, represión, y eventualmente a la disgregación de la nación. Desgra-ciadamente la emisión de mayores cantidades de CO2 al ambiente no ayudará a calentar al planeta, y no ayudará a paliar las crisis que surgirán en todos los países del mundo, especialmente por el estado de indefensión ante los países industrializados en que nos encontramos la mayor parte de los Latinoamericanos.
Los países en la franja tropical se verán menos afectados por el frío, y Brasil, como primera potencia industrial y económica de Sudamérica entrará al juego con una enorme ventaja: su clima no cambiará mucho, y estará en una posición de competitividad en los mercados mundiales como casi ningún otro país. Sólo la India, parcialmente, estaría en sus regiones cálidas en posición de sobrellevar esos 70 años de crisis económica mejor que los países que se verán afectados por el enfriamiento global.
En las últimas décadas se ha observado un aumento notable del dióxido de carbono, el CO2 culpado de calentar a la Tierra. Pero, lejos de ser un contaminante, el CO2 es nada menos que el alimento de las plantas. Más alimento a cualquier ser viviente, sea animal, ave, pez o planta, se traduce en un aumento de la producción de biomasa. Los humanos se vuelven obesos, el ganado engorda, produce más carne y vale más. Las plantas crecen más rápido y se desarrollan más. Eso lo observaron nuestros horticultores hace cientos de años y así nacieron los invernaderos, donde los niveles de CO2 rondan las 1000 a 1200 partes por millón, unas cuatro veces más que en el aire a nuestro alrededor.
Un clima frío produce mayor sequía que uno cálido, algo que no debería causar sorpresa a nadie, porque las preci-pitaciones se darán en forma de nieve y no agua de lluvia. Pero los efectos serían diferentes de acuerdo a las regiones que se estudien. Por ejemplo, en la costa oeste de Sudamérica el enfriamiento del Pacífico provocará una menor evaporación y una reducción de las precipitaciones en la Cordillera de los Andes, y los glaciares retendrían como hielo el agua que antes entregaban como aporte a los ríos. Gracias a la grandes nevadas y al frío volvería a crecer el glaciar Chacaltaya al oeste de la ciudad de La Paz.
En Argentina, por su lado, este fenómeno se expresaría de la siguiente manera: se reforzaría el sistema de vientos del oeste y sudoeste; el viento Pampero se hace más intenso, más frecuente y más persistente. Este viento seca a la pampa. Se dificulta la llegada a la pampa de las masas de aire cálido y húmedo que, desde el Amazonas y el Atlántico ecuatorial traen los vientos del norte y noreste. El clima desértico avanza desde el sudoeste sobre el clima de estepa y sobre la provincia de Buenos Aires, desplazando al subtropical húmedo hacia la Mesopotamia. Las nevadas en la cordillera sur son más abundantes y los ríos que nacen en ellas se harán más caudalosos durante los deshielos de primavera, formando lagunas y alimentando abundantemente a los sistemas Desaguadero, Curacó, y Colorado. Este panorama no es nuevo y ha sucedido en otras eras y períodos pasados como lo demostró el Dr. González.
La frontera de las áreas para siembra se correría hasta unos 300 o 400 kilómetros hacia el ecuador; el calor favo-rece a las plantas y el frío reduce y hace más lenta su producción de biomasa –de allí que la vegetación realmente espesa y abundante está en los trópicos y no en las regiones boreales; la estación de crecimiento se acortaría impidiendo en algunas regiones las dos y hasta tres cosechas de granos por año; la disminución de abastecimiento de alimentos, más el aumento del precio por un menor rendimiento por hectárea y una disminución en la relación combustible y energía invertida en la siembra y cosecha, provocarían una escasez que sería cada vez más seria debido al aumento de la población: más bocas para alimentar y una disminución de la oferta de bienes de consumo. No sólo se afectaría la agricultura sino que las actividades productivas sufrirían un efecto dominó: la primera ficha de la hilera será el precio de la energía que aumentará por el incremento de la demanda para consumo no producti-vo como calefacción.
La segunda ficha es que esto causará un aumento en los costos de producción y una retrac-ción en la demanda; la próxima ficha es la disminución de las ventas y el cierre de fuentes de producción –y de trabajo- y un creciente desempleo. Una vez abierta la Caja de Pandora se podrá ver una legión de demonios sa-liendo de ella.
La ficha que sigue es el crecimiento del descontento en la población y la agitación social, algo que somos muy proclives en Latinoamérica. Si los políticos no quieren verse envueltos en tremendos problemas deberían invertir los escasos recursos que disponen para sus países, deberían tomar las previsiones necesarias para enfrentar a un perí-odo de clima muy frío que tendría una duración de alrededor de 50 a 70 años. Asegurar la inversión en producción de energía barata para evitar la caída de las fichas del dominó que les llevarán al colapso de sus economías, a las revueltas populares, enfrentamientos armados, represión, y eventualmente a la disgregación de la nación. Desgra-ciadamente la emisión de mayores cantidades de CO2 al ambiente no ayudará a calentar al planeta, y no ayudará a paliar las crisis que surgirán en todos los países del mundo, especialmente por el estado de indefensión ante los países industrializados en que nos encontramos la mayor parte de los Latinoamericanos.
Los países en la franja tropical se verán menos afectados por el frío, y Brasil, como primera potencia industrial y económica de Sudamérica entrará al juego con una enorme ventaja: su clima no cambiará mucho, y estará en una posición de competitividad en los mercados mundiales como casi ningún otro país. Sólo la India, parcialmente, estaría en sus regiones cálidas en posición de sobrellevar esos 70 años de crisis económica mejor que los países que se verán afectados por el enfriamiento global.
Es el Sol, estúpido!
Hemos llegado ahora al punto en que tengo que explicar por qué creemos que habrá un enfriamiento global. Las ciencias que apoyan la hipótesis son la astronomía, la geología, y la oceanografía. Hay una ley no promulgada por parlamentos que se conoce como la Ley de Repetición de los Efectos Observados. La observación de fenómenos recurrentes a lo largo de la historia llevó a la comprobación de diversos ciclos de distinta duración y amplitud. Todos hemos oído hablar de los Ciclos de Milankovitch, y los efectos que tienen sobre el clima la inclinación del eje terrestre, la precesión de los equinoccios, el diámetro y forma de la órbita alrededor del sol, etc. Los astrónomos también han observado y estudiado muy a fondo otros factores que afectan directamente al clima, casi con exclusión total de otros menos importantes como los gases invernadero. Se trata de lo que conocemos como “baricentro” o centro de equilibrio de las masas del sistema planetario solar, y su posición en el sistema planetario varía con el movimiento de los planetas alrededor del sol.
¿Qué es el baricentro del sistema solar?, preguntarán ustedes. Es el punto en el espacio donde las masas de los planetas están en equilibrio; donde las fuerzas gravitatorias de todos los cuerpos del sistema solar se neutralizan. Como los planetas giran alrededor del sol y van cambiando de posición en el espacio, ese punto también se va desplazando y forma un patrón o dibujo que tiene características que se pueden calcular de manera matemática y muy precisa. La astronomía es una ciencia muy exacta.
El baricentro está ubicado en la región ocupada por el sol. A veces está dentro del núcleo del sol mismo, pero otras veces, como cuando todos los planetas están perfectamente alineados a un lado del sol, sumando linealmente sus fuerzas de gravedad, podría llegar a estar a unos 500.000 kilómetros de la superficie del sol. Este es el aspecto que el desplazamiento del baricentro forma en su trayectoria y las fechas en que ocurrió.
¿Qué es el baricentro del sistema solar?, preguntarán ustedes. Es el punto en el espacio donde las masas de los planetas están en equilibrio; donde las fuerzas gravitatorias de todos los cuerpos del sistema solar se neutralizan. Como los planetas giran alrededor del sol y van cambiando de posición en el espacio, ese punto también se va desplazando y forma un patrón o dibujo que tiene características que se pueden calcular de manera matemática y muy precisa. La astronomía es una ciencia muy exacta.
El baricentro está ubicado en la región ocupada por el sol. A veces está dentro del núcleo del sol mismo, pero otras veces, como cuando todos los planetas están perfectamente alineados a un lado del sol, sumando linealmente sus fuerzas de gravedad, podría llegar a estar a unos 500.000 kilómetros de la superficie del sol. Este es el aspecto que el desplazamiento del baricentro forma en su trayectoria y las fechas en que ocurrió.
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